Doble exposición
Ciudad de México / 1984 - 1987
Pocas veces se puede decir que hay un antes y un después en nuestras vidas, ese instante en que todo cambia de una vez y para siempre o al menos hasta que ese antes y después tenga que ver con nuestra propia muerte.
Cuando esto sucede una imagen de al menos cuatro dimensiones se grava, indeleble, en la memoria. Cuando esto sucede el tiempo se detiene en el año, mes, día, hora, minuto en que sucede. La primera vez que me sucedió fue el cinco de marzo de de mil novecientos ochenta y cuatro a las dieciocho horas con quince minutos y la segunda el veintisiete de mayo de mil novecientos ochenta y siete a las veintidós horas con veintinueve minutos; los segundos no los tomo en cuenta porque cada uno fue eterno. En ambas ocasiones me convertí en padre por primera vez porque cada vez fue única, porque cada vez me hicieron ser otro, porque cada vez me miro en su mirada, porque cada vez me orgullece su destino, porque cada vez...
Dos tiempos, dos lugares, dos circunstancias; diferencias de forma y no de fondo de estas dos imágenes reales que se yuxtaponen; un fragmento de segundo sobrepuesto a un fragmento de segundo en una sola imagen virtual. Imagen que se confronta con la práctica excesiva del fotografiar para recordar, siendo que mis recuerdos más intensos provienen precisamente de esos momentos que no fotografié.
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