El beso eterno
La Habana, Cuba / 1990
Dos pares de ojos se miran los unos a los otros; los de ella esperan el autobús que la llevará a no importa dónde, los de él recorren una ciudad que le es ajena hasta que se detienen, hipnotizados, en los ojos de ella. El tiempo se detiene, ya nada importa; las miradas permanecen ligadas, cada una a la mirada del otro...
La frecuencia del transporte urbano es más que esporádica y sin embargo el autobús esperado se aproxima forzando los destinos. Ella sabe que no sabe cuándo llegará el próximo autobús y aborda el que ha llegado sin desprender la mirada de quien la mira y busca un asiento al lado de la ventanilla para seguir mirando. El autobús prosigue su camino y él sabe que dejará de verla; como último recurso lanza un beso a la distancia y ella, sin dejar de verlo, lo captura el aire para depositarlo en su mejilla. En un fragmento de segundo todo gira en torno a ese beso que por un momento es el eje mismo del universo.
Ella se aleja y él permanece inmóvil, la invisible línea que une sus deseos se prolonga hasta que ella desaparece de su vista. Ella cubana, él mexicano; nunca volverán a verse, pero sus miradas permanecen unidas, todavía y para siempre por ese instante.
Aclaro con envidia que los ojos de él no son los míos, pero ser testigo de esa corografía metafísica mantiene cautivo a mi recuerdo.
una vez escuche esta historia , años despues la
ResponderEliminarleo, las imagenes que me transmite son las exactamente las mismas...
un abrazo, desde estas montañas
elizabeth