Mirar la mirada
Chachalacas, México / 2003
Allá, más allá de nuestra propia escala, se ejecutaba una coreografía de infinitas dimensiones; precisa y preciosa frente a su público terrestre que la mira desde siempre. El sol, la luna y la tierra misma son, ese día y desde acá, los intérpretes distinguidos; como telón de fondo millones de otras estrellas participan en un espectáculo previsto hace milenios, miles de milenios atrás.
La luna gira en torno a la tierra y ambos en torno al sol, elipses que trazan espirales en aparente caos hasta que el orden invisible se hace visible. Los astros se alinean; entre el sol y su reflejo se interpone nuestra esfera y la luna desaparece del cielo por un momento.
Acá, otros actores no menos importantes responden al evento; el mar desaparece gradualmente en busca de la luna, la playa se extiende y los espectadores caminan por donde antes hubieran tenido que nadar y persiguen al mar, seducidos por el pasado ancestral de toda especie.
Observo, no puedo seguirlos, mis piernas no responden como antes, observo y en un fragmento de segundo la mirada lo es todo… intuyo que cada fotografía es un pleonasmo porque es mirar la mirada y quizá, sólo quizá, algún día tan sólo mirar me sea suficiente.
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