Gastarse la vida
Sierra Tarahumara, México / 1992
Distancias relativas determinan el encuentro. A sólo unos cuantos metros en línea recta, pero a varios kilómetros por el sinuoso camino que une a las montañas. Tan alejados como para no poder poner los ojos de unos en los ojos de los otros, pero tan inmediatos que el avistamiento se advierte en la boca del estómago.
La distancia disminuye en una sola dirección. Nos hemos detenido a un costado del camino, los rarámuri se acercan en una procesión compacta, que a lo lejos, tiene el aspecto de un enorme ciempiés que ondula en el paisaje.
Se acercan paso a paso, cien pasos por cada paso. Traen consigo un hombre muerto, lo cargan en una improvisada camilla india, el cuerpo, envuelto apretadamente se balancea al ritmo de la marcha. Movimiento letárgico que atrapa la atención el tiempo relativo en que tardan en llegar.
Un breve intercambio de palabras rompe el silencio, una pregunta sin sentido indaga por las causas de la muerte; se gastó, me dicen, y en un fragmento de segundo, la respuesta le da sentido a preguntas más profundas.
Sierra Tarahumara, México / 1992
Distancias relativas determinan el encuentro. A sólo unos cuantos metros en línea recta, pero a varios kilómetros por el sinuoso camino que une a las montañas. Tan alejados como para no poder poner los ojos de unos en los ojos de los otros, pero tan inmediatos que el avistamiento se advierte en la boca del estómago.
La distancia disminuye en una sola dirección. Nos hemos detenido a un costado del camino, los rarámuri se acercan en una procesión compacta, que a lo lejos, tiene el aspecto de un enorme ciempiés que ondula en el paisaje.
Se acercan paso a paso, cien pasos por cada paso. Traen consigo un hombre muerto, lo cargan en una improvisada camilla india, el cuerpo, envuelto apretadamente se balancea al ritmo de la marcha. Movimiento letárgico que atrapa la atención el tiempo relativo en que tardan en llegar.
Un breve intercambio de palabras rompe el silencio, una pregunta sin sentido indaga por las causas de la muerte; se gastó, me dicen, y en un fragmento de segundo, la respuesta le da sentido a preguntas más profundas.
Que definición tan extacta y bella
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