La muerte en blanco y negro
Barcelona, España / 1995
Cientos de palomas han tomado la plaza en la que me refugio, sin lograrlo, de mis propios pensamientos. Un cielo pesado y gris cubre la ciudad entera, las palomas participan de esta monocromía y, en el mismo tono, matizan el aire con la gama de sus plumas que va del blanco al negro puros.
Un viejo de pelo gris se abren paso entre la parvada. No le es fácil; rezonga, protesta y reniega hasta de Dios al que hace responsable de tanto animal. Sus reproches se materializan poco a poco hasta que encuentran salida por la punta de su bastón al que blandea con furia hasta que da en el blanco.
Una joven de piel casi transparente, originaria de un país de esos que después de destruir el mundo lavan su culpa imponiendo el fanatismo ecológico a todos los demás, observa, se indigna y rescata a la paloma herida. Al confirmar que nada se puede hacer para preservar la vida, en un acto de compasión, le arranca la cabeza de un tajo.
En un fragmento de segundo la sangre, inusitadamente roja, rompe el espacio monocromático aún y cuando se torna negra casi de inmediato.
Un tercer personaje, ajeno hasta el momento, increpa a la joven el acto salvaje mientras ella llora.
Barcelona, España / 1995
Cientos de palomas han tomado la plaza en la que me refugio, sin lograrlo, de mis propios pensamientos. Un cielo pesado y gris cubre la ciudad entera, las palomas participan de esta monocromía y, en el mismo tono, matizan el aire con la gama de sus plumas que va del blanco al negro puros.
Un viejo de pelo gris se abren paso entre la parvada. No le es fácil; rezonga, protesta y reniega hasta de Dios al que hace responsable de tanto animal. Sus reproches se materializan poco a poco hasta que encuentran salida por la punta de su bastón al que blandea con furia hasta que da en el blanco.
Una joven de piel casi transparente, originaria de un país de esos que después de destruir el mundo lavan su culpa imponiendo el fanatismo ecológico a todos los demás, observa, se indigna y rescata a la paloma herida. Al confirmar que nada se puede hacer para preservar la vida, en un acto de compasión, le arranca la cabeza de un tajo.
En un fragmento de segundo la sangre, inusitadamente roja, rompe el espacio monocromático aún y cuando se torna negra casi de inmediato.
Un tercer personaje, ajeno hasta el momento, increpa a la joven el acto salvaje mientras ella llora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario